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 PlanetaLABORAL

El Futuro del Trabajo

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Gustavo A. Saturno Troccoli.

Profesor de Derecho Laboral en Universidad Interamericana de Panamá.

Laureate International Universities.

@planetalaboralPTY

Ciudad de Panamá, octubre de 2018.

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Entre el 2 y 5 de octubre, Panamá será la sede de la 19° Reunión Americana de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que reunirá a representantes de gobiernos, trabajadores y empleadores de unos 35 países de América Latina, el Caribe, Canadá y los Estados Unidos.

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El tema central será: el “Futuro del Trabajo, poniendo especial énfasis en las nuevas tecnologías. Un asunto que está en el epicentro de la Comunidad Internacional, pero también en el seno de las universidades latinoamericanas y en muchos de los hogares de la Región, donde los padres nos preguntamos cómo preparar mejor a nuestros hijos hacia el futuro.    

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Sin embargo, lo cierto es que las transformaciones del trabajo por la evolución de las tecnologías, no es un asunto nuevo. De hecho, el trabajo -dependiente y por cuenta ajena- que hoy conocemos, nació de una gran transformación tecnológica: la invención de la máquina de vapor que desató la Revolución Industrial, en la segunda mitad del siglo XVIII.

 

Fueron -aquellos- tiempos de grandes transformaciones, en los que surgieron las primeras industrias, la automatización, los trenes y barcos a vapor, y donde la naciente clase obrera tuvo que adaptarse a los novedosos artefactos y sistemas, así como aprender a defenderse frente a los abusos que se cometieron en su contra.

 

En adelante, el trabajo continuó transformándose en la medida que lo hizo también la tecnología. En efecto, las innovaciones técnicas que introdujeron nuevas fuentes de energía -como el petróleo y la electricidad- a finales del siglo XIX, impulsaron una Segunda Revolución Industrial, con la que llegarían los automóviles, los aviones, la telefonía fija, la radio y pare usted de contar…

 

Por eso, el Profesor Enrique Marín Quijada, funcionario jubilado de la OIT, nos enseñaba en sus clases de la Universidad Católica Andrés Bello, que el derecho laboral es una disciplina dinámica en permanente evolución. Porque así como el trabajo se ha transformado constantemente a lo largo de su historia, también lo han tenido que hacer las normas jurídicas que lo regulan.

 

Pero ¿Qué está pasando en la actualidad? ¿Estamos frente a una transformación más del trabajo o las “nuevas tecnologías” nos están conduciendo -como piensan algunos- hacia una dimensión desconocida, con cambios más profundos que podrían -incluso- hacer desaparecer el trabajo?

 

Todavía a principios del siglo XXI, la preocupación por este tema parecía moderada, aún cuando ya estaban generándose cambios trascendentales en el mundo del trabajo, producidos -esta vez- por las tecnologías de la información y comunicación (tic’s), a través de herramientas como la Internet, los teléfonos inteligentes, la mensajería instantánea y las redes sociales.

 

Se habló, así, de una Tercera Revolución industrial, aunque muy poco de industrial ha tenido, pues si algo ha caracterizado este tiempo, ha sido, precisamente, la caída del sector industrial frente al crecimiento del sector de los servicios.

 

No obstante, las tic’s, indudablemente, han producido transformaciones revolucionarias en el mundo del trabajo y lo han hecho, además, a una velocidad exorbitante.

 

En efecto, reseñaba hace poco un diario estadounidense que mientras a la telefonía fija le hicieron falta 125 años para alcanzar las mil millones de líneas vendidas, la telefonía celular lo logró en tan sólo 21, y a la Banda Ancha le bastaron sólo 9 años, para alcanzar la misma meta.

 

En la actualidad, según la CEPAL, ya más de la mitad de la población mundial utiliza Internet, y el 50% del tráfico Web procede de dispositivos móviles.  

 

En efecto, hemos visto como -en tan poco tiempo- el e-commerce, por ejemplo, ha pulverizado empresas tan emblemáticas como las agencias de viaje, las disqueras, las tiendas de alquiler y venta de videos o las jugueterías, dándole paso a firmas como Google, Amazon, Booking, Spotify, Netflix, Uber, entre tantas otras.

 

Además, las tic’s han movido también los cimientos sobre los cuales había descansado históricamente la relación de trabajo, pues aquel típico vínculo binario que se vio en las dos primeras revoluciones industriales -en el que un trabajador prestaba servicios subordinados en la sede de una empresa, mediante un contrato indefinido y en el marco de una jornada específica- se ha ido transformando en trabajos temporales, a tiempo parcial, en pluriempleo, teletrabajo, emprendimiento, trabajo autónomo, parasubordinado, tercerizado, etc.

 

Finalmente, las tic´s han revolucionado también la estructura misma de las empresas, que frente a los nuevos cambios han optado por organizaciones más livianas y flexibles, que les permitan enfrentar un mercado cada vez más competitivo.

 

No obstante, a pesar de todas estas transformaciones, siempre se pensó que el impacto de las tic’s sería controlado y que los mercados laborales y las leyes se ajustarían a las nuevas realidades, igual que en las revoluciones anteriores.  

 

Sin embargo, esa visión pareciera estar cambiando, sobre todo, después de que se han dado a conocer las nuevas tecnologías emergentes, que según el Foro Económico Mundial de 2017, son la inteligencia artificial, el blokchaim, la impresión 3-D, la nanotecnología, el internet de las cosas, la computación cuántica y la realidad virtual.

 

Eso ha encendido las alarmas y la preocupación -ahora sí- es notoria entre expertos y entendidos, quienes parecieran ya no estar tan seguros sobre cómo será el mundo, una vez que los robots inteligentes y la denominada producción 4.0, inunden los mercados.

 

Automóviles no tripulados, ciberindustrias, robots chef, máquinas que analizan contratos mejor que los abogados, hoteles atendidos por androides, entre otros tantos ejemplos, amenazan con transformaciones más profundas que las anteriores, no solo en los empleos manuales, sino también en los de alta calificación.

 

En ese sentido, se estima que la dinámica de destrucción y creación de nuevos puestos de trabajos se incrementará exponencialmente en los próximos años, sin que podamos saber, con total exactitud, hacia dónde se inclinará la balanza.

 

En relación a ello, la WEF ha estimado que, entre 2017 y 2022, las nuevas tecnologías destruirán siete millones de puestos de trabajo, mientras que lograrán crear sólo dos millones de nuevos empleos, al tiempo que la OIT ha señalado que en 2017, había en el mundo 31 millones de desempleados más que en el año 2007.

 

Pero aún si lográsemos mantener la balanza a favor del empleo, igual deberemos enfrentar problemas tan serios como la capacitación masiva de las personas, pues el analfabetismo digital amenaza con apartar de los nuevos mercados a millones de individuos y a una velocidad inusitada.

 

En efecto, se dice que en Europa hay ya 900.000 puestos de trabajo vacantes -sólo- en el sector de las tic’s, a pesar de que la tasa de desempleo se sigue incrementando en ese Continente. Una cifra que se multiplicará, seguramente,  cuando las tecnologías emergentes estén ya entre nosotros.

 

Por eso, la OIT ha señalado, con razón, que la educación académica será la gran protagonista de este tiempo y deberá ser vista ahora como un mecanismo para la formación al trabajo. Un desafío que compromete principalmente a las universidades, pero también a los empresarios y sindicatos.

 

No obstante, en ese tema hemos avanzado poco. Basta con leer las declaraciones de Laszlo Bock, Vicepresidente de RRHH de Google, cuando apenas el año pasado reconocía que el expediente académico es inútil como criterio de contratación, pues lo que enseñan en las universidades no pareciera ser tan útil como para trabajar en Google.

 

En definitiva, estamos frente a nuevos y grandes desafíos, y aunque es difícil saber lo que nos deparará el futuro, acierta la OIT cuando centra su atención en temas como éste, porque así como las nuevas tecnologías podrían ayudar a Latinoamérica a lograr su anhelado desarrollo, podrían también profundizar las desigualdades e injusticias en la Región.

 

Y si algo ha tenido que aprender forzosamente la Humanidad, es que la exclusión, el desempleo y la pobreza, cualquiera sean sus causas, abren las puertas a los conflictos sociales por donde terminan colándose los populismos y totalitarismos de siempre.

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